La Banda de los Mossos d’Esquadra. Gubernamentalidad del miedo para las movilizaciones ciudadanas, Catalunya, mayo 2012.

por Rubén-A. Benedicto Salmerón

El uso de una simple banda plástica en el brazo para identificar a los agentes de Mossos d’Esquadra muestra que el ejercicio de gobierno se dirige hacia un abismo totalitario de graves consecuencias para los Derechos Humanos. El miedo del gobernante, como base del ejercicio de la gubernamentalidad.

Introducción.

El uso táctico generalizado que ha realizado el Cos de Mossos d’Esquadra – policia de la Generalitat (CME) de una simple banda plástica en el brazo para identificar a sus agentes en el control de movilizaciones ciudadanas muestra sin ambages que la delicada calidad democrática del ejercicio de gobierno en Catalunya se deteriora a pasos agigantados y se dirige peligrosamente hacia un abismo totalitario de consecuencias muy negativas para la vigencia de los Derechos Humanos.
El miedo del gobernante se constituye como base desde la que se ejerce la gubernamentalidad que se proyecta hacia lxs gobernadxs.

El 1º de mayo, en Barcelona se respira tensión en el ambiente social. Tan solo un mes antes, el 29 de marzo, la huelga general contra la reforma laboral tuvo un seguimiento masivo. El malestar social se manifestó con claridad y hubo enfrentamientos entre grupos de manifestantes y fuerzas policiales, que emplearon gases lacrimógenos y disparos de pelotas de goma de manera indiscriminada y temeraria también contra una enorme masa de manifestantes pacíficos ajenos a los enfrentamientos.
Las fotografías panorámicas de la ciudad salpicada de columnas de humo dan la vuelta al mundo ofreciendo un testimonio gráfico que cuestiona no solo la capacidad de la policía catalana para gestionar el orden público, sino también la capacidad de gobernar del gobierno catalán y español.
(Foto: Hommodolars, contrainformación, 2012: 31 de marzo)

Apenas unos días después, se va a realizar en la ciudad nada menos que la reunión del Banco Central Europeo (BCE), con su director, Mario Draghi, a la cabeza. Se acerca también el primer aniversario de las movilizaciones del 15M en todo el país.

Las diversas instancias de gobierno están nerviosas, no las tienen todas consigo. Entre ellas, se observan fracturas y desconfianzas que atraviesan sus diferentes niveles de actuación, desde las operaciones policiales tácticas sobre el terreno, a la dirección política de las actuaciones, llegándose a cuestionar la competencia técnica y de ejercicio del comando de las diversas instancias.

A lo largo de los últimos años, a raíz de sus actuaciones, la imagen social del CME se ha venido deteriorando entre la población y ese deterioro se profundiza cada vez más. Lejos de realizar alguna autocrítica, la institución se ha atrincherado en posiciones que le alejan más y más de la sociedad. Las movilizaciones masivas en torno al 15M y la incapacidad policial para digerir su impotencia ante su derrota en plaza Catalunya del 27 de mayo de 2012 (Simarro, 2012: 7 de marzo) significaron un punto de inflexión en ese deterioro.

El malestar interno reina entre los miembros del CME, también por los mismos recortes salariales y de derechos laborales que, como al resto de funcionarios, les están siendo aplicados. Para reclamar sus condiciones laborales, numerosos integrantes del CME no han tenido reparo en realizar manifestaciones, cortar el tránsito en avenidas principales (Publico.es, Europa Press, 2012: 20 de enero) , ocupar comisarías (Baquero, 2012: 13 de enero), etc. incluso instalar controles policiales no planificados en las vías de circulación, es decir, por propia iniciativa, sin indicación ni conocimiento del mando superior. Uno de esos indisciplinados controles afectó incluso al principal mando del cuerpo, el Conseller de Interior. Parece ser que el Conseller le pidió al agente su número de identificacion. (Rodríguez, 2012: 17 de enero). Desde 2008, el gobierno decretó que todos los agentes del CME debían llevar visibles sus números de identificación profesional. Puig dudaba entre no aplicar, modificar o derogar la normativa (Baquero, 2011: 3 de junio). No se ha conocido públicamente que alguno de esos actos haya comportado consecuencia punible alguna a ningún miembro del CME, si bien se apuntó la posiblidad (Europa Press, 2012: 22 de enero).

Son ya vox populi algunas conversaciones entre mandos policiales de Mossos d’Esquadra que, a emisora abierta para todo el cuerpo y en pleno desarrollo de acciones policiales de control de multitudes, se cruzan apasionadas acusaciones de incapacidad técnica y hasta se amenazan ni tan veladamente con posibles relevos en los cargos caso de no cumplir, con los recursos disponibles y de manera inmediata, determinados objetivos tácticos. Se cuenta que la anécdota creó cierta desmoralización interna…

Es también ampliamente conocido que otros cuerpos policiales estatales, que tienen presencia habitual para la observación de los acontecimientos, se escandalizan ante unas actuaciones policiales que técnicamente resultan manifiestamente inapropiadas en su decisión, planeación y ejecución. No se tiran gases lacrimógenos en aglomeraciones de cientos de miles de personas donde hay ancianxs, niñxs… El costo de tal acción puede ser demasiado alto, dado que por diversos factores (inhalación de gases, una avalancha generada en huida multitudinaria, etc. ) existe una posiblidad muy alta de producir numerosas víctimas, no poder controlar los acontecimientos inmediatos y posteriores y ahondar el conflicto. Dicen esos otros profesionales que hacer algo así es no tener muy claro el ejercicio de la profesión.

Estos otros cuerpos policiales redactan informes que elevan a sus instancias superiores, técnicas y políticas. Y estas instancias superiores de responsabilidad política tienen también sus preocupaciones porque, a su vez, han de responder ante otras instancias superiores, que precisamente vienen a visitarles a la ciudad en esos días…Como diría el Secretario de Estado de Seguridad, „No podemos permitir que por la broma de la piedra o del cóctel molotov suba la prima de riesgo“ (Carranco, 2012: 5 de mayo).

En prevision de protestas ciudadanas durante la reunión del BCE, la ciudad será tomada por unos ocho mil policías, por tierra, mar y aire. Unos tres mil quinientos de ellos, pertenecientes al Cuerpo de Policía Nacional y a la Guardia Civil, son traídos de fuera de Catalunya. El resto, unos cuatro mil quinientos, pertenecen al CME, que, al límite de sus capacidades operativas, aporta prácticamente todos los recursos que es capaz de movilizar en un momento dado. Hay coordinación, pero no hay confianza mutua: el mando no está unificado, cada quien mantiene su mando (Baquero; Navarro, 2012: 2 de mayo) y así sólo debe asumir sus propias responsabilidades y no los errores de otros…

Los justificados cuestionamientos que vienen recibiendo desde el exterior y desde el interior han profundizado heridas narcisistas en la identidad corporativa de sus miembros y de la institución, heridas identitarias en las lineas de flotación de las incondicionalmente autocomplacientes valoraciones de sus capacidades y acciones. El Conseller de Interior se queja tristemente de que su sistema de seguridad no da miedo (Publico.es, Agencias, 2012: 3 de abril); el responsable de los antidisturbios del CME, afirma en televisión que la resistencia pacífica es violenta y que hubieran golpeado al mismo Gandhi (Évole, 2012: 15 de abril); el comisario general de coordinación territorial del cuerpo pierde los papeles en la celebración institucional del CME anunciando que irán a por unas violentas ratas de cloaca que lo van a pagar muy caro por más que se escondan tras una silla de universidad (EFE, 2012: 20 de abril). Y por si todo esto fuera poco, con una web de dudosa legalidad, muestran internacionalmente que, con todos sus recursos, son incapaces de identificar a unos adolescentes que luego acuden con sus padres a comisaría para resolverles los deberes a los investigadores… Otras cuatro personas se identifican voluntaria y públicamente en pleno centro de la ciudad, afirmando que encabezarán la manifestación del primero de mayo (Rodríguez, 2012: 27 de abril). La proyección de la imagen profesional del CME queda bajo mínimos… En este ambiente de tensión, desconfianza, fragmentación, y fragilidad llega el CME al primero de mayo.

Barcelona, 1º de mayo, 2012.

Diversos movimientos sociales convocaron una manifestación alternativa a la de los sindicatos hegemónicos. El mando político y policial considera que puede ser un ensayo para unas movilizaciones ante la visita del BCE que nadie ha convocado ni mostrado interés en convocar.

Así, en la Pza. Universitat, el lugar convocado para el inicio de la manifestación, se despliega un amplio operativo con notoria presencia policial. Se cierra la estación de metro, y en todos los accesos a la plaza se instalan controles policiales en donde los agentes registran a los viandantes que pretenden atravesar el área, inspeccionan sus bolsas, requisan materiales diversos, realizan identificaciones y hasta alguna detención. Los retenes policiales están compuestos por vehículos policiales logotipados situados en las aceras, agentes uniformados y numerosos agentes sin uniforme, vestidos  según estereotipos de “joven antisistema”, con el rostro cubierto, e identificados como policías tan solo por una banda plástica fosforecente con la leyenda “policía”, que colocan en sus brazos. Es la implementación de una nueva táctica policial…

Implementar una técnica o una táctica policial implica necesariamente la existencia de unos conocimientos adquiridos que se aplican a través de unos procedimientos consolidados por la experiencia, y para cuya operación efectiva se realiza alguna preparación y formación; supone también que se planea y decide su ejecución, a través de un esfuerzo organizativo, de cara a la consecución de unos objetivos. En definitiva, existe una intencionalidad y existen unos responsables.

Podemos analizar esta nueva táctica desde dos dimensiones íntimamente interrelacionadas, interdependientes. La primera, la dimensión comunicativa; la segunda, la dimensión operativa.

Uniforme e identificación. Comunicación y operativa.

La dimensión comunicativa del uniforme policial es conocida y utilizada por cualquier cuerpo policial. Es una herramienta básica de su trabajo. El uniforme distingue con claridad al cuerpo de policía de otros agentes sociales, identifica a sus miembros y los caracteriza como integrantes del actor social encargado de una serie de tareas referentes al cumplimiento de la ley e investido para ello de la autoridad correspondiente. Con la atribución de identidad, se proporciona una previsión sobre las conductas esperables en situaciones concretas. Por la delicadeza de la misión policial y de los bienes protegidos que se pueden ver afectados en su actuar, los derechos ciudadanos por ejemplo, su proceder debe ajustarse escrupulosamente a la ley en todo momento, y esa es la proyección social y la expectativa moral de su comportamiento esperable. Esas expectativas sobre el proceder policial, a su vez, orientan la actuación de sus interlocutores. El uniforme policial está pues cargado de significación y produce conductas.

La dimensión comunicativa del uniforme es utilizada táctica y estratégicamente por todo cuerpo policial. Es una cuestión lógica, dado que las diversas especialidades policiales tienen encomendadas misiones muy variadas, que  que implican el desarrollo de operaciones muy diferentes en situaciones muy diversas y que por tanto presentan requerimientos comunicativos diferenciados. Para el cumplimiento de sus funciones, unas especialidades pueden necesitar mayor cercanía y confianza en la comunicación con sus interlocutores más frecuentes, como en el caso de la policía de proximidad o comunitaria; en cambio, otras especialidades preferirán una interacción que induzca una menor familiaridad en el trato con sus posibles interlocutores habituales. Este sería el caso de los antidisturbios. La forma concreta de la uniformidad comunica no verbalmente el establecimiento inicial de unos márgenes de comunicación y de unos cauces de interacción posibles. Por eso, una policía de barrio no acostumbra a vestir botas militares, ni pantalón táctico chester, ni pasamontañas cubriendo el rostro, en su interacción con los comerciantes de la zona que tenga asignada. La uniformidad está pues pensada para facilitar unas determinadas operaciones policiales.

Cabe entonces preguntarse, ¿qué se pretende comunicar identificando con una simple banda plástica en el brazo como agentes de policía a un gran número de sujetos con el rostro tapado? ¿qué tipo de interacción se pretende propiciar? ¿qué tipo de operaciones pretende facilitar el mando policial? ¿qué especialidad policial está implementándose?

Mandos del CME responden a la primera de las preguntas y reconocen en el diario del día siguiente un fin disuasorio: «Lanzamos el mensaje de que hay muchos policías de paisano, es decir, de que a este que lleva el brazalete le ves, pero a otros muchos no». (Baquero, Navarro: 2012, 2 de mayo).

En la base de la disuasión, la rapidez y facilidad con que se quita y coloca el brazalete identificatorio, que definiría una situación que proporcionaria una potencial capacidad de omnivigilancia a la policia, y una virtual condición de omnivisibilidad a la conducta de todos los manifestantes. Con ello, se instalaría la creencia en una presunta capacidad policial de actuar en todo momento y de la imposibilidad de escapar a su acción. En la omnipotencia policial, no cabría la impunidad del manifestante. Como truco divino lógicamente derivado, quien todo lo ve y todo lo puede, todo lo sabe: omnisapiencia. La policía sabe quién eres, y cómo eres. Y por eso actúa como actúa. Si se es ciudadano que desea expresar ahí su voz, su identidad quedará caracterizada y fijada como la de manifestante esencial y necesariamente violento. Sin ningún género de dudas, merecerán una acción policial contundente, por ser lo que son. Los manifestantes, los malos; los policías, los buenos.

Pero el lenguaje es usado de muy diversas maneras. Es necesario leer entre lineas los juegos de significados. Omnivigilancia, omnivisibilidad, omnipotencia, e impunidad entran en un juego siniestramente cruzado de lenguajes excluidos, de presencias ocultas, de códigos implícitos, en que se dice lo que se dice, pero se añade un excedente mudo y silenciado que aporta un mensaje último.

Omnivigilancia, ominivisibilidad, omnipotencia e impunidad se relacionan de manera proporcionalmente inversa entre policía y ciudadanía.

El juego de significados, y de conductas en consecuencia, se produce tan fácilmente como se puede quitar y poner el brazalete.

La presencia del brazalete identifica al policía, y responsabiliza de su proceder tanto al individuo como a la institución, y les induce a conducirse conforme a la ley, es decir, les disuade de actuaciones contrarias a la ley.

La ausencia de identificación, la capucha y el rostro tapado como parte de una uniformidad inexistente, sumergen en el anonimato, ya no solamente al agente sino también a la institución; les posibilita la idea de la irresponsabilidad de sus acciones, establece unas condiciones que permiten la impunidad y por tanto, facilitan la comisión de acciones que no se ajusten a la ley. Nadie les puede ver; nadie les puede vigilar; nadie puede identificarles, nada puede probarse, nadie podrá pedirles cuentas: pueden hacer cualquier cosa. Nada habrá sucedido, ni nadie habrán siquiera existido. Transmiten que están dispuestos a hacerlo. “Los Mossos van a por ellos y lo van a pagar caro” (EFE, 2012: 20 de abril).

Sin identificación, no hay contencion. El Conseller reconoce que en los incidentes de la huelga del 29 en algún momento “hubo problemas de contención”, pero que el operativo policial había funcionado correctamente, “no falló nada” (Publico.es, Agencias, 2012: 3 de abril). Si no se desea contención, se quita la identificación. Como en los estereotipos de las películas policiacas hollywoodienses, el incomprendido policía, único conocedor de la verdad última de la realidad, asfixiado por trabas burocrácticas y políticas, legítimamente indignado por el injusto estado de cosas, entrega su placa y su arma reglamentaria a la mesa de su burocrático superior. Ya fuera del edificio, recupera otro arma, que por supuesto no debiera tener, de la guantera de su coche. En un primer plano a contraluz de su perfil, verifica ante la cámara que el arma está cargada. Ahora sí, va a hacer las cosas como se deben hacer, a su modo. Ahora sí, piensa, va a dar miedo de verdad, los malos admitirán su maldad, y le pedirán clemencia… pero es ya tarde y el castigo será implacable…

Pero no hablamos de un individuo aislado. Táctica policial implica intencionalidad y organización institucional. Pareciera ser que los mandos policiales responsables buscan explotar las ventajas de la identificación institucional, a la vez que establecen las condiciones para eludir tanto las ataduras del respeto al derecho que condicionan su actuación, como las consecuencias y responsabilidades que pudieran traer consigo determinadas acciones que, en linea con las promesas del Conseller de Interior, tensionarían la ley hasta allí donde esté permitido y un poco más (Ríos, 2011: 29 de mayo).

La táctica policial trata de aprovechar la proyección de poder de todas las opciones. Las de la ley y las de fuera de la ley. Identificación como policías, pero apariencia de bandas callejeras. Despliegues tácticos ocupando las vías de tránsito de extremo a extremo, formación en línea, comunicación no verbal estandarizada, postura corporal de brazos cruzados sobre el pecho, piernas abiertas, amenazantes, provocadores incluso, a la forma de carátulas de películas de bandas delincuenciales. Es tal la imagen proyectada, que hasta la conservadora presidenta de la Comunidad de Madrid, en entrevista radiofónica de alcance nacional, confunde con alborotadores profesionales a los policías retratados en una foto de portada de un periódico local (Rico, 2012: 2 de mayo).

En tal estado de proyecciones de identidades y previsión de actuaciones, se conforman unas situaciones y medios en donde la posibilidad de violencia, de violación a derechos humanos, de guerra sucia, se abre paso de manera preocupante.

Espejos de la memoria. El Batallón Olimpia.

No es ni mucho menos la primera vez que se implementan tácticas similares. En la memoria de las luchas sociales por los derechos humanos podemos encontrar espejos que nos indican hasta dónde puede llegar esta peligrosa deriva. Uno de esos espejos de la memoria es la matanza de Tlatelolco, en la ciudad de México. El dos de octubre de 1968 no se olvida.

Son días previos a la Olimpiada de México de 1968. El gobierno mexicano se siente presionado por el movimiento estudiantil. El CNH (Consejo Nacional de Huelga) celebraba un gran mitin en la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. El ejército federal rodea la plaza. De repente, unas bengalas, unos disparos y ráfagas de armas de alto poder contra la multitud.

Los primeros disparos provienen de militares vestidos de civiles, infiltrados en los edificios circundantes y que se distinguen por vestir un guante blanco en su mano izquierda. Es el batallón Olimpia.

“Una tarea encomendada al Batallón Olimpia era la de capturar a los dirigentes del movimiento, por eso fueron congregados en torno al Edificio Chihuahua donde se encontraba reunida una importante cantidad de dirigentes del CNH, pero su otra característica, esencial del Olimpia, era la de actuar con impunidad institucional, confundidos con ciudadanos civiles, sin ser identificados. Podían no solo mezclarse entre la población ahí reunida, sino arremeter contra ella, sin que hubiera crimen de estado qué perseguir y sancionar.

La acción coordinada de Batallón Olimpia y Ejército fue una estrategia militar para acabar con un movimiento estudiantil que en pocos meses había logrado movilizar amplios sectores populares.” (FEMOSPP, 2006: 68)

(Fotos: Sanjuana Martínez, 2001).

Numerosos estudiosos señalan que la terrible represión de este movimiento provocó en la sociedad civil una actitud más crítica y opositora, propició el desarrollo de diversas guerrillas y abrió en el país el periodo conocido como la Guerra Sucia. (Wikipedia, s.f.)

Durante cuarenta años, no se reconoció oficalmente ni la existencia del Batallón Olimpia. No se sabe bien cuántas personas fueron asesinadas aquella tarde. El gobierno minimizó los hechos y dijo que sólo hubo 33 muertos. Fuentes de inteligencia estadounidenses hablaron en aquel entonces de 200 muertos (Ramírez Cuevas, 2005). En 2006, el National Security Archive estadounidense publicó el informe que la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP) de México había elaborado y que el gobierno mexicano se resistía a hacer público (NSA, 2006). Muchos aspectos siguen hoy en la oscuridad. Y todos los crímenes, en la impunidad.

El miedo.

Disuadir, inducir que se dejen de realizar determinadas conductas, provocar por tanto otras conductas. Gobernar es entendido por muchos gobernantes como un conducir las conductas de la población (Foucault, 2006).

Son tiempos del gobierno del miedo. En la reciente reforma laboral, el miedo es presentado como incentivo para el esfuerzo en el trabajo (Estrada, 2012; 17 febrero). El Conseller de Interior se muestra partidario de endurecer el código penal, para que haya más gente que tenga más miedo al sistema y no sea tan osada, como medida disuasoria (Publico.es, Agencias, 2012: 3 de abril). Es el día de los trabajadores. La protesta de los de abajo quiere ser gobernada con miedo. En la base de la “disuasión” de la desmedida presencia policial y de la banda en el brazo, está la coacción del miedo. Quieren dar miedo.

Dan miedo porque tienen miedo. Lxs gobernantes saben lo que han hecho y lxs gobernadxs también: las injusticias son conocidas por la sociedad y se demanda justicia y castigo, que cambien las cosas. Estamos en tiempos de crisis profunda y de gran incertidumbre. Nadie sabe bien qué pueda suceder. Tienen miedo a que la tortilla se queme demasiado y dé la vuelta. Es el miedo de los represores.

Como en el mismo juego relacional de la ominiviglancia y la omnivisibilidad, el miedo es inversamente proporcional entre policía y ciudadanía.

Es el espejo de la pre-potencia. Aquello que es previo, que está antes de de lo que se puede hacer, de la capacidad de hacer. Muestran en su prepotencia el alarde compensatorio que anuncia excesos para compensar déficits. Como el adolescente bronco y peleón, que busca y necesita reafirmarse en la confrontación con sus interlocutores, así también, los policías banda en brazo, cubierto el rostro por encapuchados y bragados desde el cuello, brazos sobre el pecho, piernas abiertas, muestran su fragilidad, su miedo.

Es el miedo de la baja autoestima, de la baja tolerancia a la frustración, del narcisismo herido que no puede admitirse a sí mismo. Rígido y vidrioso, ese narcisismo no puede reconocer fisuras, corre el riesgo de quebrarse por completo. La grieta es en pleno centro de esa identidad corporativa que forma tan profundamente como sujetos: son incapaces de reconocer que han actuado como malos profesionales, que no defienden los intereses democráticos de la gente sino los intereses bancarios frente a la gente, y que por todo ello son reprobados moral y socialmente. Siempre creídos que eran “lxs buenxs” de su película, no pueden admitir que son una policía mala.

Se lo dice mucha gente fuera de sus grupos endogámicos más inmediatos: los otros cuerpos de policía, en los juzgados, en la prensa, incluso entre la familia y los amigos… Ellos también tienen ojos. Necesitan la trampa de la autoafirmación enfermiza. Necesitan la mentira constante como droga que les mantenga un día más ante el espejo. Durante mucho tiempo les dijeron que eran los mejores de entre los nuestros, que por eso les seleccionaban y les daban las armas, para ayudar a la gente… Hasta en tiempos difíciles les decían que ya estaban maduros, que eran los héroes del día a día (Departament d’Interior, Gralitat de Catalunya, 2007: 21 de junio). Pero en los tiempos actuales, la mentira hace aguas por todos los flancos.

El miedo a la imagen del espejo. Su prepotencia muestra su fragilidad. El miedo a su fragilidad. El miedo a quebrarse. Y entonces, llega el miedo del victimario a la justicia de las víctimas, que ve acercarse en el horizonte: ¿qué pasará cuando se quiebre la última linea? ¿qué pasará con mi salario? ¿qué será de mí? ¿a qué me podré dedicar, si no sé hacer otra cosa? ¿qué dirán mis hijos?¿qué dirá la gente de mí? ¿qué me harán? ¿me enjuiciarán por alguna actuación? yo sólo hacía mi trabajo, cumplía órdenes…

Atrapados en el miedo, en el medio de todo. Miedo de arriba, que les mandan entre los de abajo. Abajo, la excusa del cumplir órdenes no es considerada eximente. Y cada vez más, les están perdiendo el miedo. Prefieren tapar el rostro, vaya a ser que les reconozca alguien algún día. Un sindicato policial se queja de que esa táctica les pone en peligro, exije que no se repita y califica de a sus mandos de negligentes (La Vanguardia, 2012: 2 de mayo).

¿Qué pasará si se quiebran las lineas? También se lo preguntan los responsables políticos. No les gustan esas quejas desde dentro. Saben que cuestionan su capacidad de comando y de gobierno. Eso puede hacer subir la prima de riesgo. Tienen más que perder y que ocultar, tienen más miedo. No hay que engañarse, eso les puede hacer más peligrosos. El síndrome de la rata acorralada puede provocar un combate hasta el último hombre (Jensen, 1994). Es un miedo histórico. El director general de los Mossos recuerda que “Barcelona tiene una historia de lucha de movimientos obreros y anarquismo. Aquí hay un sustrato que debemos tener controlado“ (Cadena Ser, 2012: 3 de mayo).

El 1º de mayo, querían utilizar el miedo para disuadir, para conducir las conductas, para gobernar. Que no fuera nadie a la manifestación para decir “Ni reforma laboral ni pacto social. Nuestros derechos no se negocian„. Esta vez tampoco les funcionó. 22 mil personas (Rodríguez, 2012: 2 de mayo) gritaban “Anticapitalista” en avenida principal de la ciudad donde días más tarde se reúne el BCE.

Claro que había miedo entre los manifestantes. A nadie le gusta ser gaseado o golpeado. Pero la gente no se desanimó, no se paralizó, no obedeció sin más, sino que pensó qué hacer para ir a manifestarse y minimizar daños en lo posible, se protegió. Y lo hizo colectivamente. Reconocer las debilidades hace más fuerte. El movimiento le dio la vuelta al miedo y se fortaleció.

Del miedo a la alegría. Hasta nos reímos. Con la foto de los policías haciendo fila a las puertas del espectáculo porno del Bagdad.

(Foto: Carbó, Julio en Baquero, Navarro, 2012: 2 de mayo)

La subversión: de la por (en català, miedo), a la celebración del por-no. En el twitter, chistes por todos lados. Que si están muy tensos, y quieren entrar para relajarse. Que si con los recortes, necesitan un pluriempleo. Que sí, que se lo quiten todo. Que si Cos de Macarres d’Esquadra…

Nadie les dijo de la tan jocosa estampa que estaban componiendo. Les hicieron fotos, les dejaron hacer el ridículo. Como con la reunión del BCE y el macrodespliegue policial. Barcelona le dio la espalda a la reunión de los banqueros. “La peña no está por hacerles el paripé. Que les den, ni caso, nos tendríamos que ir todos de la ciudad”, comentaba un manifestante al inicio de la manifestación… El movimiento social decidió no acudir a la provocación policial (#manifantasma, #manificció). Decide cuando, dónde y cómo habla. Lleva la iniciativa.

(In)Conclusiones.

Tácticas como las empleadas por el CME son impropias de un sistema que se llame democrático. No es algo novedoso, ya hace algún tiempo que ya sabemos que a esto le llaman democracia y no lo es.

Lo saben unos y lo saben otros; otros más se van apercibiendo, pero se tienen que apercibir muchos más.

La banda de los Mossos, en el brazo, es el mundo al revés. El director general de los Mossos afirma que es un ejercicio de transparencia (La Vanguardia, 2012: 2 de mayo). Efectivamente, es la transparencia cínica de lo oculto, perverso, ilegítimo, execrable, deleznable, y por ello prohibido. Es también la transparencia que desnuda el sentido verdadero de lo que resulta en cualquier caso inaceptable, de la deshumanización de quien perpetra lo abominable. La inversión de identidades: las víctimas, culpables; y los culpables, víctimas. La ley que se dice igual para todos es la ley arbitraria del soberano; la policía se transforma en otra cosa. Bajo la apariencia del Estado de Derecho, el estado de excepción.

Cuidado. Todos. Pero cuidados diferentes. Los policías tienen que ver en qué se pueden llegar a convertir, de qué barbaries se pueden hacer cómplices. A ver en qué convierten este país. A ver cuánta vida destruyen. Los señores del poder y del dinero tienen que darse cuenta que la gubernamentalidad del miedo no funciona y les lleva al precipicio.

En el movimiento social, habremos de aprender a cuidarnos y hacerlo. Son nuestros cuerpos, nuestra libertad, nuestras vidas las que están amenazadas. Tendremos que cambiar muchas cosas de manera profunda. Tratar el miedo nos ha de ayudar a pensar en nuestra seguridad; a tomar precauciones para prevenir los riesgos de violación a nuestros derechos humanos; a minimizar los daños que nos pueda producir la represión; a entender mejor las situaciones y definir estrategias adecuadas; a fortalecer nuestras formas de organización, acción y solidaridad colectiva, etc.

Lamentablemente, no son de prever cambios sustanciales en la voluntad gobernante. Se atraparán más en el círculo de miedo, impunidad, corrupción… Lo han venido haciendo en todo este año desde que iniciaron las movilizaciones del 15M. Harán más cosas, más profundas, para dar más miedo. Implicarán todas las instancias de gobiernos (aparato legislativo, de justicia, políticas económicas, laborales, sociales, periodísticas, etc…). Los siguientes pasos en la represión pueden ser más extensos e intensos, más peligrosos. Tal vez estén pensando en organizar unos equipos especiales ¿estarán preparando algún cuerpo especial para ejecutar una represión más sistemática?

Sólo cambiarán si se ven forzados por un nuevo equilibrio de poder en donde no estén situados en posiciones de ventaja. Habremos de sacarlos de la hegemonía de poder. Crear poder popular. Tranquilamente, generosamente, sin caer en provocaciones, amorosamente. Desde abajo, desde la autonomía. Vamos despacio porque el camino es largo. Vamos bien.

De-liberaciones…
Rubén A. Benedicto Salmerón.
Psicólogo social, con otro brazalete:

Contra la represión, creatividad! Brazaletes ciudadanos. (http://12m15m.acampadadebarcelona.org/es/contra-la-repressio-creativitat-bracalets-ciutadans/)

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Source: http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/18497-la-banda-de-los-mossos-d%E2%80%99esquadra-gubernamentalidad-del-miedo-para-las-movilizaciones-ciudadanas-catalunya-mayo-2012.html